Loco paranoico,
¿a donde fuiste a parar?
Los precipicios siempre te resultaron maravillosos,
El desgaste de la humanidad te congelaba la vida.
Todo el tiempo demostraste que tu frialdad era digna
de alabar.
Mañanas y tardes te pasaste buscando a los duendes
detrás del arco iris.
Del universo te cautivaba pensar
que algún día los
marcianos te vendrían a buscar;
te convertiste en ciencia, arte y mediocridad para vos
mismo;
anhelabas ser distinto a los demás
y a su vez
ayudarlos a abrir su mente a lo inigualable;
caminaste descalzo por el odio y el dolor.
Le hablaste al sol, al viento y al desierto del
incógnito destino.
La erupción de la idiotez universal te hacia reír;
pintaste el paraíso en el jardín de los ogros;
escribiste una poesía de amor al hippie de tu corazón.
Cantaste para que las voces infelices se callaran de
una vez.
Te miré hace tantos años entregarle tu alma a la
naturaleza,
prometiéndole que jamás la dejarías sola
ante la
desgraciada tempestad.
Libros que hablaban del incendio de los bosques de tu
mente
y que también contaban historias;
de la botella
con mil deseos felices que arrojaste
al mar;
aquella vez que decías que todo era ruina
y que flores
lilas adornaban tu cerebro fundido,
Te perdiste loco feliz;
tal vez fuiste a bailarle a la oscuridad
la danza de
tu radiante luz;
quizás estás saldando deudas ajenas de la hipocresía,
que te visitaba
en tus sueños insoportables.
A veces me
parece escucharte,
a través de las
estrellas del imperio perdido.
Mi querido amigo,
si vuelves algún día,
No te olvides de golpear la puerta de mis sentimientos
imbancables